“DON JOSÉ”… O “LALO” SERRALUNGA: UN PERSONAJE BAHIENSE CUYA HISTORIA MERECE SER RESCATADA











Ya pasaron algunos días. Pero, seguramente, el recuerdo perdurará por mucho tiempo. Con sus buenas; con aquellas que no lo son tanto.

Como que algún “columnista” confundiera algo y hablando de ese señor dirigente que fue, en Olimpo, don Mario Oscar Macagno, felizmente vigente como empresario en la ciudad, lo llamara Carlos. Una señal sobre que ni siquiera averiguó bien. Pero así es el periodismo hoy, con la misma falta de respeto de la que hacen gala algunos dirigentes. ¡Total!, ¿a quién puede importarle?.

Esto, aparentemente nimio, nos da pie, sin embargo, para traer a la memoria un recuerdo de nada menos que 27 años atrás.

Por entonces, octubre de 1983, tuvimos el honor de recibir el diploma con el que el club Olimpo reconoció la trayectoria, como aurinegro, de José Reinaldo Serralunga, el tío “Lalo”, como nosotros le llamamos, en la intimidad familiar (él fue mi padrino); o “Don José”, para quienes lo conocieron, en su tradicional agencia de Sarmiento 38, donde relucía, junto a los billetes, la figura del “Gaucho” (Saravia se llamaba), que “metía miedo”, pero después generaba afecto, que se ha ido trasmitiendo a través de los años, como testimonio de uno de los lugares más tradicionales de esta Bahía Blanca indiferente, fría, pero no tanto como olvidar a uno de sus indiscutidos personajes de otra época.

Hay en la ciudad un ente –Instituto Cultural le llaman– que se ufana acerca del rescate que dice hacer de aquellas cosas y aquellas figuras que han hecho historia. Lo ha sido (lo es, desde el recuerdo), “Lalo” o “Don José”, que tuvo su agencia de lotería por más de medio siglo, en pleno corazón del “Pago Chico”, frente a la Plaza Rivadavia, y sólo a metros de Olimpo y de la vieja Escuela Fábrica; pegadito, justo, a lo que alguna vez fue sede del comando del Quinto Cuerpo de Ejército.

Era tanta la confianza -en medio de tabacos, artículos de librería y hasta las clásicas “bolitas”, que vendía– que dispensaba su propietario, que en la Agencia Rivadavia “dormían” su espera, incontables billetes (incluso premiados) que eran retirados después por sus destinatarios, con un prolijo “resumen de cuenta”. Podían “haberse jugado”, ya; o no, pero ahí estaban, como muestra de una conducta, que distinguió a Don José en toda su trayectoria.

La ciudad pasó por el 38 de Sarmiento. El fútbol, el de Olimpo, pero también el de los rivales, supo de la charla llena de anécdotas. Y como los números y los goles, todos los temas propios de una época distinta en la vida de los bahienses.

Fue historia, que viene a la memoria porque “Lalo” fue un olimpiense de aquellos que no se empardan y que, felizmente, nos legó ese fanatismo aurinegro para toda la vida.
¿Qué no es nada?. Es casi todo en materia de pasión deportiva. Y lo es, por igual, como una tradición, digna de ser rescata para el futuro.

Luis María Serralunga

IMAGEN

Es un diploma que orgullosamente, recibí en octubre de 1983. Reconoce a un olimpiense de aquellos. Fue mi tío y padrino. En él arrancó un fanatismo aurinegro que se prolonga hoy por la cuarta generación de los Serralunga.

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