EL FÚTBOL Y SUS MALES: ¿Y SI VOLVIÉRAMOS UN POCO ATRÁS?
De nombres y recuerdos. Los equipos que salían “de memoria”. La otra concepción de una misma cosa.
Uno recuerda, siempre cautivado por el juego más bonito que pueda hacerse con una pelota, y de puro viejo, nada más, a formaciones que “salían” de memoria, de tanto escucharlas, en los relatos del “maestro” Fioravanti.
La de Racing, por supuesto, con Antonio Rodríguez; Higinio García y Palma; Fonda, Rastelli y Gutiérrez; Salvini, Méndez, Bravo, Simes y Sued. Y hasta tiene presente a algunos relevos que se convirtieron en titulares, como José García Pérez, Juan Carlos Giménez, Ámeal, Blanco; o la presencia del “Atómico” Boyé (símbolo de Boca, pero que le dio a la Academia el título del ’51 ante Banfield).
Pero de aquellos mismos tiempos, evoca, de corrido a Mussimesi; Colmman y Otero; Lombardo, Mouriño y Pescia, el “6” de atrás de los xeneizes. Y mucho más, aquellos 11 de los millonarios, con el legendario Amadeo (Carrizo) en el arco; Pérez y Vairo en la zaga; Mantegari, Pipo “Rossi” y Sola, en el medio; y Vernazza, Prado, Walter Gómez, Labruna y Loustau, cuando los de adelante eran 5 y no sólo uno, solitario, de punta como ahora.
Eran tiempos en que acá Cocía; Ochoa y Kliun; Carlos Bualó, León y Urquijo; Eduardo Bualó, Caparrós, Hernández, Ceballos y Río, no se cansaban de ganar títulos para Olimpo.
Eran épocas, allá por los ’50 del otro siglo, en que, en el viejo estadio de tablones, de Avenida Colón y Angel Brunel, se seguían los resultados con la “clave”, insertada por la revista “Sport”, en el esquinero de O’Higgins y Chile.
Contemporáneamente, los domingos a la mañana, llevaba a un equipo o al Oratorio San José (canchas de tierra y una, de lujo, de baldosas), en el viejo y siempre querido Colegio Don Bosco; o un poco más lejos, a los fondos de la iglesia de La Piedad (San Juan Bosco), en cuyos inmensos patios se jugaba fútbol. Tres, cuatro y hasta cinco partidos por equipo, en cada larga mañana, hasta pasado el mediodía.
En uno y otro “escenario”, tipo potreros de barrio, el incipiente Cruz del Sur, que era el equipo, no dejaba rival sin voltear. Hubo una vez, en que la tabla lo mostró con 40 partidos jugados y ¡40 ganados!. Y fue la última, porque cansados de perder, algunos de otros barrios sacaron a relucir objetos contundentes. Y no fuimos más…
Por esas épocas, uno apenas era el “delegado” (los había en todos lados), pero elegía jugadores, en los picados de barrio. Y sabía de qué se trataba: había que meterla en el arco contrario; y no sólo de pelota parada.
Había, por entonces, otra “concepción” de lo que era el fútbol. Tratar bien la pelota y hacerla llegar, jugando a aquel que la metiera en el marco del otro lado.
Ningún misterio. Por aquellos días, Micheli, Cecconato, Lacasia, Grillo y Cruz, los 5 del “diablo rojo” de Avellaneda, eran los 5 de la delantera de la Selección Nacional. Y eran, todos, los que iban hacia delante. No se hablaba de carrilleros; sí de “entrealas”, y de centro foward, que difícilmente la errara en eso de meterla adentro, adónde debía ir.
Por aquí, y por muchos años, el “Vasco”, que salía jugándola -pero también la reventaba como (Mauro) Laspada- pateaba penales donde fuera y nunca dejaba de hacer el gol, aunque alguna vez la metiera con arquero y todo dentro del arco.
Eran otros tiempos, sí, en los que se ganaba y se perdía, porque hubo, es cierto, el desastre de Suecia, en el ’58, después que los “caras sucias” de entonces la “rompieran” en el Sudamericano del ’57.
Quizás, si volviéramos, a aquellas formas de hacer fútbol, la cosa sería distinta. No para decir que todo tiempo pasado fue mejor. Sino para acoplarle a los nuevos sistemas, a tono con las técnicas de última generación, ese toque, casi sentimental, que traemos del potrero. Cuando el fútbol, que era bonito y sigue siéndolo, representaba nuestra manera de sentir las cosas…
Luis María Serralunga
Periodista; hincha de Racing y de Olimpo.
FOTO
El Racing del triple título (1949, 1950 y 1951). Estuvo en Olimpo en marzo del '52.
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