HISTORIA A MEDIAS QUE LASTIMA RECUERDOS

Del Barracas Central que conocimos y vivimos.

Unos días atrás, hacíamos algunas reflexiones acerca de la necesaria renovación que, entendemos, debe producirse en las instituciones de todo orden. Hablábamos a propósito de la elección de nuevo presidente en la Liga del Sur.
Efectivamente, una de las entidades rectoras del deporte, en este caso el fútbol, cambió su presidente. José Luis Malet, con experiencia en la materia, es el nuevo titular del ente rector de la más popular de las disciplinas (el fútbol), aunque haya quienes entiendan lo contrario y privilegien otro deporte.
Esto que decimos no implica desconocer los méritos del baloncesto, que por algo llegó a obtener los lauros que consiguió para la ciudad. Ahora bien, si allí, en la asociación, a quienes algunos defienden con tanto énfasis (y no vamos a ser nosotros quienes neguemos el prestigio que tiene) hay próximamente renovación, será mucho mejor, porque los prolongados “continuismos” no hacen bien en ningún tipo de estructuras (aunque alguna esté por cumplir 80 años).
Si de básquetbol se trata, y a poco de nuestro comentario, nos encontramos (¡oh, sorpresa!) con un testimonio que nos llegó en el contenido de una revista que recibimos puntualmente todas las semanas.
“La Tecla” (que se edita en La Plata) publicó, en su edición del martes 23 de diciembre (páginas 33, 34 y 35), una nota que no pudo menos que llamarnos la atención.
El título, altamente sugestivo: “Luna de Avellaneda en Bahía Blanca”. Con una volanta: Una historia de juventud. Hasta allí, casi una invitación a leerla, para los menos advertidos. ¿Pueden acaso los platenses por un lado y los bonaerenses de otras regiones del primer estado argentino conocer, como la recordamos nosotros, la historia del club atlético Barracas Central?. Por supuesto que no. Y repasando el reportaje, cuyo protagonista no es otro que Jaime Linares, jefe del bloque de diputados de la Coalición Cívica, pueden ser inducidos a un garrafal error de interpretación.
Decimos esto porque, intencionadamente o no, el entrevistado aborda un episodio parcial de la rica reseña del tradicional “bosque”, que supo tener un nombre, bien nítido por cierto, allá por fines de los años ’40; toda la década del ’50; y los comienzos de los ’60, del siglo que se fue. Tanto que más allá de sus conquistas en el clásico Ciudad de Bahía Blanca (torneo de invierno, por definirlo de alguna manera); de su casi imbatible dominio en el reducto del viejo Salón de los Deportes (Copa Federal incluida), supo de sus dos máximos halagos: el título de campeón oficial de 1958 (concluida en febrero del ’59) y su campeonato de 1963, ambos en primera división.
Sin embargo, Linares olvida esos puntos de referencia. Y sitúa la escena resaltando como gran logro “barraqueño” el ascenso de tercera a segunda división en 1979, cuando él integraba el equipo albiazul.
Se alude, no caben dudas que a instancias de lo dicho por el ex intendente de la ciudad, a que “la comisión directiva sueña con formar un equipo de básquet que juegue en las ligas profesionales”, lo cual no es desdeñable como expresión de deseos, aunque se cite equivocadamente que, precisamente cuando el club empezó a flaquear (antes de abandonar la práctica federada del básquetbol), “los vecinos comenzaban a soñar con títulos internacionales en la liga de básquet”.
Uno puede admitir que el entusiasmo por revivir una rica historia aliente la remodelación de la vieja sede social (se ha trabajado mucho en eso en los dos últimos años, dicen); que en coincidencia con los 80 años del club, renazca alguna escuela para enseñar el deporte de los cestos; y que se aproxime la colocación del piso de madera que mejorará un escenario (hoy dedicado a fútbol 5) para devolverlo a la práctica activa del deporte que dio razón de ser a la construcción del estadio.
Puede incluso, desde las utopías que a veces se hacen palpable realidad, sumarse al a esperanza de un futuro próximo que contenga el nombre del viejo Barracas en las crónicas cotidianas, vinculándolo al básquetbol.
No puede uno –que conoció la pequeña gran historia, desde chico, como otros que la vivieron plenamente después- admitir tamaños olvidos como los de Jaime Linares, que niegan buena parte de lo que ha sido, y seguirá siendo, patrimonio válido de la época de oro del viejo “Bosque”. Aquel de los Albizu (Omar y Dardo Juan José), Julio César Serrano; José Hernández; Enrique García Pereyra; Edgar Maisterrena; y también, fugazmente, de Hugo Olariaga y Manuel Pérez. Aquel de Julio Donatti, Florentino Julián, Antonio Rivero, Víctor Luque y Luis Comignani; o también de José María Pozuelos, Osvaldo Cavalli, Miguel Angel Torno y, ¿por qué nó?, Hugo Bottini y Miguel Angel Chicharro. Aquel de dirigentes como Minitti y Abraham.
No figuraba Jaime, en ningún lado, cuando uno completaba libros de socios, andando los ’50. Aquellos que decían de los Cárdenas; Agustín Lobato; “Pipo” Cavalli, De la Iglesia, los Valente y el inolvidable Chicharro.
No hay derecho, entonces, a que se niegue la parte sustancial de la vida de Barracas Central. Sin liga profesional, con cancha de baldosas o apenas cemento pintado de rojo, pero con la fuerza que lo hizo grande, alguna vez, en el deporte de la ciudad.

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