MIENTRAS PASA LA VIDA...
Historias
que merecen ser contadas.
Tras la puesta en funciones,
recibiendo el saludo del intendente,
don Víctor Julio Mario Puente.
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Tarde
de lunes (5), sin urgencias. Llueve y, por momentos esa lluvia sacude un poco
más, junto al frío. Escuchamos que es el día del camino (otrora obligaba alguna
nota ajustada a la fecha) y pensamos en tantas rutas destruidas.
Recordamos,
entonces, que alguna vez estuvimos en el sector que, entre las sierras, daría
lugar a la “76”. Se hacían, por entonces, las explosiones que abrirían un surco
entre el cordón de la Ventana. Pero, de eso, hace como medio siglo.
Salimos,
pese a lo destemplado del clima, para ir a un banco, no importa cual, a hacer
una consulta y un trámite “de rutina”, que bien puede esperar al día siguiente.
Pero
no, y mientras esperamos, alguien nos pregunta: "¿trabajó en la
municipalidad?". Y sí, de eso harán, en semanas más, unos 34 años del
comienzo.
Sigue…
y nos explica: “tengo 42 años, pero un día, a punto de saltar (por el
alambrado), el intendente que llegaba, me dijo que entrara por la puerta,
abierta, que permitía ingresar. ¿Era…?. Víctor Puente, que andaba en un Ford
Farlaine”.
Agrega:
“era el único lugar, cercano a casa, al que podíamos ir a jugar. Con usted
estaban Chirone (Luis María); Medela; y Palacios (Jorge)”. Y aporta otros
datos, retenidos en su memoria, pese a que sólo rondaba los 8 años (los
juegos de verano; algún asado; y los momentos vividos allí, en Las Tres
Villas.
Retrocedemos,
de puro memoriosos, en algunos pasajes que tuvieron que ver. La asunción del
cargo (director de Deporte y Turismo), en una mañana de sábado, en noviembre
del ’81, con un inusual acto protocolar y “refrigerio” posterior. Poco después,
echado a andar, por los clubes; los partidos; y las reuniones, muy de noche.
Como
un recuerdo trae otros, evocamos dos episodios muy al estilo “de la Bahía que
nunca fue distinta”. A sólo 48 horas de hacernos cargo, un “periodista” llegó
al despacho mayor de Alsina 65, para ¿reclamar?, a don Víctor, por la
designación. Y no fue sólo, sino acompañado por profesores de educación física,
involuntarios (suponemos) partícipes de esa inquisitoria, a la que el Lord
Mayor respondió sólo mostrando una carpeta con un CV que ponía de manifiesto
una innegable trayectoria (la nuestra) en la dirigencia deportiva.
La
otra, y no fue “raro”, para nada, también nació de un ámbito periodístico (el
diario local) en este caso. Reportaje mediante de por medio (publicado encima
en un día de circulación limitada del matutino, por una medida gremial de los
canillitas) se preguntó, en un titular a toda página, si se justificaba la
existencia de una dirección de deportes en la ciudad. Mala intención (la fe es
otra cosa) manifiesta, en una Bahía en la que todas las disciplinas (no sólo el
básquetbol) requerían de una estructura comunal para operar en la materia.
Pero
nada fue casual, ni en una ni en otra ocasión. En otras ocasiones, los mismos
protagonistas “cargaron” contra lo nuestro, conscientes (aunque parezca
mentira) de que nunca hubieron sido capaces de acercarse a lo que hemos hecho.
Cambiando
el ángulo y de unas semanas atrás. Gente allegada al Museo del Deporte,
consulta previa mediante, intentaron, con la mejor y mayor buena voluntad,
desentrañar en nuestro relato, con imprecisión manifiesta en el orden
cronológico, de tiempos pasados del deporte bahiense. Le agradecimos su
interés, aun aclarándoles que raramente encontrarían coincidencias, respecto de
nuestro punto de vista, sobre hechos y figuras repasados en preguntas y
respuestas de un prolongado diálogo.
Colofón,
si el término está bien usado: avanza la tarde y desde el sitio habitual del
escritorio, visualizo, como a cada momento, la imagen de mi esposa (Mabel) que
lo fue por 50 años y que resultó involuntaria receptora de no pocas decepciones
vividas en largas etapas de nuestra exposición pública. Sólo se me ocurre
decirle que si alguien, un chico entonces, recordaba lo de 34 años atrás, nada
de lo hecho fue en vano...
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